'Number four —the girl who died on the table—
The girl with golden hair—'
The purpling body lies on the gleaming marble;
We open the throat, and lay the thyroid bare...
One, who held the ether-cone, remembers
Her dark blue frightened eyes.
He heard the sharp breath quiver, and saw her breast
More hurriedly fall and rise.
Her hands made futile gestures, she turned her head
Fighting for breath, her cheeks were flushed to scarlet,
And, suddenly, she lay dead.
And all the dreams that hurried along her veins
Came to the darkness of a sudden wall.
[...]
Ahora bien, ¿por qué puse la versión de Don Jorge Luis y no me tomé el trabajo de traducirla yo mismo? En primer lugar porque no hay ni punto de comparación entre un trabajo y el otro. Incluso para que no queden dudas, más abajo podrán leer un modesto pero infructuoso intento de traducción de un servidor, vs la versión del autor, ahora si, completa. Sin embargo la poca calidad de mis traducciones no son la causa real de ir por el lado de Borges, sino que además pretendo mostrar como, con su grandeza literaria él se apropia, por así decirlo, del poema de Aiken para convertirlo en algo más personal y único.
Leamos ahora la versión completa, en una traducción que pretende ser lo más literal posible a fin de mantener, tanto como se pueda, las formas e intensiones del original. La métrica y rima, por supuesto, no han sido capaces de sobrevivir a tal intento:
Muerte súbita
Versión de Ariel Mestralet
La número cuatro —la chica que murió en la mesa,
La chica del pelo dorado—
El cuerpo amoratado yace sobre el mármol pulido.
Abrimos la garganta y dejamos la tiroides al descubierto...
Uno, que sostenía la máscara de éter, recuerda...
Sus ojos azules oscuros asustados.
Oyó la respiración aguda temblar, y vio su pecho
Más apresuradamente caer y levantarse.
Sus manos hacían gestos inútiles, giraba la cabeza
Luchando por respirar; sus mejillas se sonrojaron al escarlata, -
Y, de repente, yacía muerta.
Y todos los sueños que corrían por sus venas
Se convirtieron en la oscuridad de un muro repentino.
La confusión corrió entre ellos, se arremolinaron y clamaron,
Caían, se levantaban, golpeaban, gritaban,
Hasta que al fin una palidez de silencio los acalló a todos.
¿Cómo se llamaba? ¿Por dónde había caminado aquella mañana?
¿Por qué oscuro bosque pasaron sus pies?
¿Por qué muros iluminados por el sol, por qué calle poblada?
Tiempo atrás se soñó a lo largo de una cadena de días,
La vio seguir sus extraños y secretos caminos,
Despertando y durmiendo, mediodía y noche.
Se sentaba junto a un espejo, trenzando su cabello dorado.
Leía un cuento a la luz de las velas.
Su sombra corría delante de ella por la calle,
Caminaba con pies rítmicos,
Doblaba una esquina, bajaba una escalera.
Compró un periódico, lo sostuvo para ojear los titulares,
Sonrió por un momento a las gaviotas en lo alto a la luz del sol,
y respiró profundamente.
Pasaron los días, brillantes nubes de días. Pasaron las noches. Y la música
murmuraba entre las paredes de las ventanas iluminadas.
Ella levantó el rostro hacia la luz y bailó.
Los bailarines se arremolinaban y agrupaban en patrones móviles,
se agrupaban, retrocedían, avanzaban.
Su vestido era púrpura, sus zapatillas doradas,
Sus ojos eran azules; y una orquídea púrpura
Abría su corazón dorado en su pecho...
Ella se inclinó a la languidez hosca de la música perezosa,
Se apoyó en el brazo de su compañero para descansar.
Los violines tejían una trama de plata,
Los cuernos tejían una lustrosa brecha de oro,
Y el tiempo estaba atrapado en un patrón brillante,
El tiempo, demasiado escurridizo para sostenerlo...
Sombras de hojas cayeron sobre su rostro, y la luz del sol:
Ella volvió la cara.
Más cerca se movía a una oscuridad agazapada
con cada paso y cada día.
La muerte, que al principio sólo había pensado en ella un instante,
A gran distancia, a través de la noche,
le sonrió desde una ventana, y la siguió lentamente
De luz en luz púrpura
Una vez, en sus sueños, habló claramente, gritando,
'Soy el asesino, la muerte.
Soy el amante que acude a su cita
A las puertas del aliento'.
Se levantó y miró su propio reflejo,
Medio temiendo encontrar allí
El fantasma de ojos oscuros, esperando a su lado,
O acercándose por detrás
para poner sus pálidas manos sobre sus hombros...
¿O estaba esto solo en su mente? . .
Se peinó. La luz del sol brillaba
A lo largo de las hebras.
¿Había una quietud en este pelo?,
¿Una quietud en estas manos?
La muerte era un sueño. No podía cambiar estos ojos,
apagar su luz, o convertir esta boca en polvo.
Se peinó y cantó. Viviría para siempre.
Las hojas pasaron volando por su ventana a lo largo de una ráfaga...
Y se cavaron tumbas en la tierra, y pasaron ataúdes,
Y la música menguaba con las horas menguantes.
Y los sueños corrían por sus venas, y nubes dispersas
arrojaban sombras sobre muros y torres.
Sudden Death
Conrad Aiken (Completo)
'Number four—the girl who died on the table—
The girl with golden hair—'
The purpling body lies on the polished marble.
We open the throat, and lay the thyroid bare . . .
One, who held the ether-cone, remembers
Her dark blue frightened eyes.
He heard the sharp breath quiver, and saw her breast
More hurriedly fall and rise.
Her hands made futile gestures, she turned her head
Fighting for breath; her cheeks were flushed to scarlet,—
And, suddenly, she lay dead.
And all the dreams that hurried along her veins
Came to the darkness of a sudden wall.
Confusion ran among them, they whirled and clamored,
They fell, they rose, they struck, they shouted,
Till at last a pallor of silence hushed them all.
What was her name? Where had she walked that morning?
Through what dark forest came her feet?
Along what sunlit walls, what peopled street?
Backward he dreamed along a chain of days,
He saw her go her strange and secret ways,
Waking and sleeping, noon and night.
She sat by a mirror, braiding her golden hair.
She read a story by candlelight.
Her shadow ran before her along the street,
She walked with rhythmic feet,
Turned a corner, descended a stair.
She bought a paper, held it to scan the headlines,
Smiled for a moment at sea-gulls high in sunlight,
And drew deep breaths of air.
Days passed, bright clouds of days. Nights passed. And music
Murmured within the walls of lighted windows.
She lifted her face to the light and danced.
The dancers wreathed and grouped in moving patterns,
Clustered, receded, streamed, advanced.
Her dress was purple, her slippers were golden,
Her eyes were blue; and a purple orchid
Opened its golden heart on her breast . . .
She leaned to the surly languor of lazy music,
Leaned on her partner's arm to rest.
The violins were weaving a weft of silver,
The horns were weaving a lustrous brede of gold,
And time was caught in a glistening pattern,
Time, too elusive to hold . . .
Shadows of leaves fell over her face,—and sunlight:
She turned her face away.
Nearer she moved to a crouching darkness
With every step and day.
Death, who at first had thought of her only an instant,
At a great distance, across the night,
Smiled from a window upon her, and followed her slowly
From purple light to light.
Once, in her dreams, he spoke out clearly, crying,
'I am the murderer, death.
I am the lover who keeps his appointment
At the doors of breath!'
She rose and stared at her own reflection,
Half dreading there to find
The dark-eyed ghost, waiting beside her,
Or reaching from behind
To lay pale hands upon her shoulders . . .
Or was this in her mind? . . .
She combed her hair. The sunlight glimmered
Along the tossing strands.
Was there a stillness in this hair,—
A quiet in these hands?
Death was a dream. It could not change these eyes,
Blow out their light, or turn this mouth to dust.
She combed her hair and sang. She would live forever.
Leaves flew past her window along a gust . . .
And graves were dug in the earth, and coffins passed,
And music ebbed with the ebbing hours.
And dreams went along her veins, and scattering clouds
Threw streaming shadows on walls and towers.
¿Qué conclusiones podemos sacar, además de que mi inglés no es muy bueno? Pues bien, la traducción de Borges no está completa y no es que yo no la haya copiado tal cual, sino que él mismo decidió solo tomar y traducir fragmentos. Pero eso no es lo único.
Borges elige poco más de dos estrofas del inicio del poema, trece versos de los setenta y cuatro del original. Como consecuencia de esto, cinco sextas partes del poema desaparecen, lo mismo que la polifonía y el juego de miradas de las escenas descritas en el original (y en mi lamentable traducción).
Al cercenarse la complejidad de los discursos, la traducción produce una voz poética que allana la orografía discursiva de Aiken. De hecho, mientras en la palabra del narrador original se abren fallas por las que aparecen otras voces, en castellano nos encontramos ante una voz única e impersonal (incluso en mi traducción). La mujer es presentada muerta en el quirófano como una Ofelia prerrafaelita; sin embargo, el sentimentalismo adquiere aquí tonos tenebristas. Es cierto que, al subrayar el rasgo gótico de la presencia directa de la muerta, el poema traducido mantiene un elemento moderno que se inscribe en la estética que defiende el Borges expresionista de las vanguardias. Este matiz se encuentra en el poema original, pero se convierte en algo muy diferente en la versión fragmentada de Borges. Ahora bien, la supremacía del tema sobre la forma no es algo casual. En sus versión, Borges no está interesado en reproducir todas las manifestaciones de la modernidad, más bien selecciona un rasgo, un fragmento, tan solo un aspecto que vulnera en ocasiones la voluntad estética del original. En este caso el elemento subrayado es el argumento mortuorio: no parecen interesarle la disposición narrativa del poema, la estructura rítmica, las asociaciones semánticas que se dan entre los colores de la vida y de la muerte.
Llaman la atención en este traducir indiferente, sustituciones retóricas de diverso tipo:
- Cambios de sujeto animado por inanimado, cuando por ejemplo en el original dice que nosotros («we») abrimos la garganta de la joven, él lo traslada de forma impersonal hacia el frio «acero». Por supuesto que en este acto adquiere una nueva y cruel realidad, más cercana incluso al gore, al presentarnos la imagen del acto mismo de la carótida siendo abierta.
- Se crean metonimias en las que se cambia una realidad física por las consecuencias que produce: oscuridad («darkness») por la ceguera («ciega») que esta conlleva; así como que la causa sustituye al efecto: ojos asustados («frightened eyes») por «ojos que el miedo agrandara».
- Aparecen ahora varias omisiones como ser, «sus mejillas se sonrojaron hasta el escarlata» (her cheeks were flushed to scarlet,), «Luchando por respirar» (Fighting for breath), «la oscuridad» (the darkness).
- Sustituciones como «la tiroides» (the thyroid) por «las venas» y «venas» (veins) por «nervios y venas».
- Calcos embellecedores que mejoran evidentemente expresiones como «yace muerta» (she lay dead) por «tendióse en la muerte».
- Expansiones tales como «Y, de repente, yacía muerta» (And, suddenly, she lay dead) por «su cuerpo desnudo tendióse en la muerte»; el agregado de «fatídica» o el simple «que murió en la mesa» (who died on the table) por un más completo «al ser operada muriera en la mesa»).
A veces estos procedimientos se combinan, como en el último verso de la traducción: «hallaron de pronto una valla fatídica y ciega», donde «ciega» se traduce metonímicamente desde «darkness», «fatídica» es un añadido y «de pronto» hace las veces de «de repente» (sudden). Esto último, una sustitución discutible porque estamos ante la repetición anafórica de una palabra incluida en el título, «Sudden Death». De hecho, «sudden» se repite un par de versos más arriba, en el adverbio «suddenly», que Borges también traduce por «de pronto». La ausencia, casi el desprecio por la repetición anafórica borra un elemento que cumple la función de fundir los valores de la muerte, que tienen que ver con lo inesperado y lo irremediable, con la presencia eufónica de una palabra que es el eje del poema original. Está tan cargada de significado como puede estarlo el kigo, esa «palabra estacional» que vertebra las diecisiete sílabas de un haiku y que se convierte para el traductor en una suerte de fetiche. No ocurre así en Borges. Los imaginistas, que tanto impresionaron a Aiken, no tuvieron la misma suerte con él.
En conclusión, nuestro gran Jorge Luis Borge vuelve a hacerlo; utiliza la poética de Conrad Aiken como materia prima y se la adueña sutilmente para lograr una obra nueva, tal vez más oscura incluso que el original.