Hijastra
No se mueve. Trato de despertarlo, pero no puedo. Le hablo. Le hago cosquillas. Le grito. No reacciona. Lo miro. El agua puede ayudar. Voy a buscar una jarra a la cocina. Sólo hay un taper. Lo lleno de agua que saco de la heladera. Me acerco. Lo empujo con el pie. Nada. Le tiro el agua en la cara y en el cuello. Espero. Nada. No entiendo. Me agacho y me acerco a su pecho. Pongo mi oreja encima de su corazón. No late. Pienso un rato. Busco entre las cosas que están en el piso. Encuentro el martillo. Lo miro desde arriba y desde abajo. En la parte de arriba tiene sangre. Me agacho y levanto su cabeza. También hay en el piso y en el pelo. Me siento a su lado y lo miro. Agarro un juguete y lo sacudo. Hace ruido. Lo dejo y agarro un autito. Paso un dedo por las ruedas, primero por las de adelante y después por las de atrás. Son las doce, faltan veinte minutos para que ella venga. Le paso el autito por las piernas, la panza, los brazos y la cara. No se ríe. No se mueve más. Mojo un dedo en la sangre y empiezo a dibujar en el piso. Mojo otro dedo y le hago una sonrisa. Tampoco se mueve. Miro el reloj. Ella va a llegar en diez minutos . Ordeno los juguetes rodeando su cuerpo. Todos mirando hacia la derecha. Le arreglo el pelo y me siento en el sillón. Miro la puerta y espero a que ella la abra. Estoy sentada en el sillón, la miro y le sonrío. Me mira el pelo. Siempre hace eso. No entiendo por qué lo hace. Cuelga la campera en el perchero y se pone las pantuflas. Se da vuelta y mira los autitos de Tobías. Me vuelve a observar fijo. Yo reviso que todo esté en orden. Tiene esa mirada que no me gusta. El doctor dijo que tengo que entender que los otros no ven las cosas como lo hago yo. Ella se acerca a Tobías y le habla. Le hace cosquillas. Pero Tobías no se mueve. Ella encuentra la sangre y se mira los dedos. Me pide que llame al 911. Observo las uñas pintadas de mis manos, no contesto, no me muevo. Ella agarra el teléfono y marcas muchas teclas. Respira hondo y vuelve a tocar las teclas del teléfono.. Ella ve el martillo en el sillón, al lado mío. Comienza a gritar. No me gusta cuando la gente grita. —¿Qué hiciste? —... —¿Qué le hiciste a tu hermano? —No dejaba de llorar. Le dije que se callara. No hizo caso. Le grité y lloró más fuerte. Pero después del golpe no lloró más. —¡Hija de puta, lo mataste! —No grites, no me gusta cuando gritás. Corre hacia la puerta con Tobías en los brazos. Yo los miro. La puerta está cerrada con llave y no puede abrirla. —Amanda, no grites, no me gusta que grites así.... Ella no se mueve. Me cuesta acomodarla. La pongo sobre la alfombra y la arrastro hasta el sillón. La siento y le arreglo la ropa. Busco el cepillo y la peino. La miro. Arreglo los almohadones. Miro a Tobías. Me acerco y pongo un autito mirando hacia la derecha. Me siento en la silla. Falta una hora para que él llegue. Voy hasta la biblioteca y ordeno los libros. Busco la franela y limpio el estante. La llevo a la cocina y la lavo. Guardo los platos en su lugar. Miro el reloj. Faltan veinte minutos para que papá llegue. Me siento al lado de Amanda y espero a que él abra la puerta.