SEMPITERNIDAD
"Mr. Nobody” de Jaco Van Dormael
Allá por el 2092 «Nemo Nobody», nuestro protagonista, tiene 118 años y está más cerca del arpa que de la guitarra y como si eso no fuera ya suficientemente desalentador y traumático para él, resulta que es el último ser humano mortal que queda en todo el mundo. Resulta que gracias a los avances en medicina, todos, absolutamente todos son inmortales. Todos menos él, claro. Así, mientras espera en un hospital a que le pase a buscar «La dama oscura» (próxima desocupada), es entrevistado por un psiquiatra para dejar documentada su vida ya que se ha vuelto una celebridad. Una muy triste, si se me permite el comentario, ya que ostenta el título de «último humano mortal». Y es que sí, luego de que el bueno de Nemo muera parece que ya nadie dejará este mundo, al menos de forma natural. Cosa que no queda del todo clara en el filme, pero ni falta que hace. Con estas condiciones iniciales arranca una peli que a mí, sinceramente me voló la cabeza. No le falta nada: romance, ciencia ficción, filosofía, acción, realismo y que se yo cuantas cosas más. Todo en pequeñas y justas dosis.
Sinceramente Mr. Nobody (2009) no es una película fácil de ver y definitivamente no es para cualquiera. Un espectador carente de profundidad filosófica sólo se aburrirá e incluso quien guste de desafiarse a sí mismo presenciará una cinta algo extraña, casi imposible de entender al ciento por ciento y que nos hará pensar en ella aún mucho tiempo después de haberla visto.
¿Por qué digo esto? Bueno, hay cosas que al principio no encajan del todo y no estoy seguro de que al final tampoco lo hagan. Las historias que el anciano Nemo cuenta parecen imposibles. ¿Posee acaso algún tipo de demencia ceñil? ¿Es un mitómano crónico? Según lo que él mismo cuenta al psiquiatra parece haber vivido diferentes vidas y ciertas historias no tienen la más mínima relación unas con otras. ¿Cómo puede esto ser posible?
Pues les diré mi opinión: «porque estamos frente a una rareza artística». Una película experimental de alto presupuesto (y muy bien empleado, por cierto). Pero raro no significa malo, muy por el contrario, para ser una película de casi tres horas debo confesar que se me pasaron volando y cuando quise darme cuenta había llegado al final. Como un gran mago conocedor de los recursos, Jaco Van Dormael, su director se luce impecablemente tomando decisiones a veces arriesgadas pero brillantes y es que visualmente por momentos es impresionante, la fotografía es de muy alta calidad. Los efectos especiales, muy bien logrados, sirven a la trama y no al revés. Las actuaciones y sobre todo las de Jared Leto que es quién da vida a «Mr. Nadie» (incluso interpretándolo en varias versiones y diferentes edades), son muy orgánicas, término actoral que significa realistas y creíbles.
Si hemos de clasificar lo inclasificable, por definición diría que es un drama brillante. Un concepto muy original, que mezcla la física astronómica y la cuántica con el azar y cómo todo esto afecta para bien o para mal al propio futuro de cada uno y al de los demás. Increíblemente inteligente, interesante y plausible, en un sentido existencial, filosófico y matemático, nos hace reflexionar sobre la vida y en particular sobre las decisiones que tomamos, o no tomamos, a un nivel impensado.
Pero no, no es sólo una reflexión académica de esas que se aplauden si uno es crítico, estudiante de cine, colega o simplemente erudito de alguna clase, sino también, es un gran drama humano al alcance de casi cualquiera. Algunas subtramas son increíbles y están basadas solo en las relaciones de los personajes, sin necesidad de condimentos extra lo que las vuelve bastante emotivas y donde uno se realiza como espectador.
No es por echar flores pero al verla una y otra vez siento que estoy frente a una de las películas más originales e inteligentes que he visto, aunque lamentablemente, no apta para todo público.
Su director, que venía de lucirse con «Toto Le Héros» (1991) y «Le Huitième Jour» (1996), llega aquí con algo completamente diferente y arriesgado pero que igualmente nos hace sentir cosas». Con un reparto de lo más mixto, logra con Mr. Nobody algo que suele darse mucho en la literatura pero muy poco en el séptimo arte. Me refiero al deseo de volver a verla, ya que para entender bien la historia, o al menos para intentar entenderla, es muy recomendable hacerlo y verán que uno la disfruta cada vez. Si esto no es arte, entonces no sé qué cosa lo sea.
Posee, como ya se deduce de lo antes comentado, un flujo narrativo múltiple e intrincado, vertiginoso pero interrumpido continuamente, para lograr atrapar con las distintas «realidades». Cosa que se agradece ya que es mentalmente muy estimulante y desafiante a nuestro concepto de destino y elección. Nos pone a reflexionar sobre nociones comunes tales como el amor al considerar la búsqueda de nosotros mismos como complemento de los otros. Trata también cuestiones relativas al «deja vu», la «coincidencia» y la «superstición de las palomas» (aquel viejo experimento de Skinner), todas ellas utilizadas aquí como brillantes recursos que confunden, informan y deleitan. Lo dicho: «como un buen mago». ¿Con qué chica acabará realmente el joven protagonista?, ¿con la perfecta Juno Temple que se convierte en Diane Kruger cuando es mayor pero que parece no poder sincronizar su vida con la de él?, ¿con la rubia loca?, ¿O tal vez con la chica asiática, perfectamente normal que lo quiere a morir pero que le aburre hasta la muerte?
Si algo podemos decir de Van Dormael, quién también oficia aquí como guionista, es que es admirable la proyección que tuvo para elaborar un guión tan largo y una línea de tiempo impensada en torno a esta loca idea. Podría haber sido un fracaso, lo podrían haber sacado a patadas de la oficina del productor, pero eso no sucedió y el resultado es Mr. Nobody, una película admirablemente ambiciosa que juega con las ideas más básicas de la mecánica cuántica y las hace digeribles casi para cualquiera de forma de poder deglutirlas con tranquilidad y encima paladearlas.
Una decisión que tomamos en algún momento de nuestra vida lo cambia todo, absolutamente todo y esta es la gran premisa de esta película. Al final se ofrece una explicación racional al por qué Nemo conoce todas las consecuencias de las decisiones que tomó y las que no, pero sinceramente, considero que esto es solo una frutilla más en un gran postre que ya hemos disfrutado. Lo realmente importante es la historia misma y la reflexión que ésta nos genera. Eso es lo que la vuelve única e inolvidable, a la altura, permítanme el atrevimiento, de las geniales «Amélie» (2001) de Jeunet y «Big Fish» (2003) de Burton.
Imágen: vastulisto.com
Este artículo fue publicado originalmente en el
número 06 de Revista Fuego Eterno de Enero 2022.
Si te ha gustado esta entada y tienes curiosidad
sobre los números publicados en formato flip,
puedes leerlos todos en el siguiente « link ».